mercredi 23 avril 2014

Una ONG llamada DGT.

Mi visión, crítica, de la política de la DGT después de la operación de Tráfico de Semana Santa, publicado por el diario online Vozpopuli.com (es un poco tocho, lo siento):



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Una ONG llamada Dirección General de Tráfico




Esta vez no ha habido conferencia de prensa rebosada de felices ministros, directores, altos cargos y demás prebostes que disfrutan de su regalada existencia en la élite de la Administración. No. Esta vez, el balance de siniestralidad de la operación especial de tráfico de Semana Santa no estaba para medallas. La explicación de lo sucedido estos días se ha resuelto con una breve declaración ante los medios (sin preguntas) de la directora de la cosa circulatoria, María Seguí, en Josefa Valcárcel, 44, sede de la DGT, y con una nota de prensa. Un 35% más de fallecidos en el asfalto (35 este año contra 26 en 2013) no aconsejaban dar la cara ante la sociedad para asumir errores y plantear soluciones.



Además, la Semana Santa ha confirmado la tendencia ascendente de la siniestralidad del mes de marzo (con un 30% más de fallecidos que en el mismo mes de 2013) y ha dejado casi a cero el saldo de reducción acumulada interanual de víctimas mortales: 296 muertos en lo que va de año, sólo uno menos que en 2013, que puede producirse a lo largo del momento en que se escriben estas líneas, ya que los fallecidos se contabilizan hasta 24 horas después de producido el accidente, lo que incluye todo el martes 22.



Como muchos preveíamos, la culpa es del empedrado. O, mejor, “de la climatología benigna”, como dijo María Seguí, aunque lo curioso es que cuando hace mal tiempo, es el mal tiempo el culpable de los accidentes. Y también del aumento de los desplazamientos, como explica de forma destacada la nota de prensa difundida por la DGT.



Los malditos desplazamientos



La DGT ha transmitido el impostado mensaje de que sus previsiones de desplazamientos se han visto desbordadas, pero es que aquí está el truco del almendruco de esta engrasada máquina propagandística que es la DGT.



La cuestión es bien sencilla y produce escalofríos por su afinada perversión. Es fácil comprender que, a igualdad del resto de factores, la variación en el número de vehículos que circulan por las carreteras constituye un elemento decisivo en las variaciones de la siniestralidad. Esto lo vio muy claro Pere Navarro, que apenas ofrecía información sobre desplazamientos, feliz como una perdiz viendo cómo la crisis hacía su trabajo y le haría pasar a la historia como el director de tráfico que “cambió las cosas”.



Seguí, que ufanamente anunció profundos cambios cuando recibió el cargo, ha acabado sometiendo la necesidad de “cambiar las cosas”, pero cambiarlas de verdad, a la tremenda eficacia de una propaganda incomprensiblemente difundida y amplificada por la inmensa mayoría de los medios de comunicación, una vez que le ha pillado el gusto a la poltrona.



Así, cuando los desplazamientos bajan (como desde hace diez años por la crisis, pero también por el AVE y por los vuelos “low cost”), y a la par descienden los fallecidos, se trata de un éxito de la DGT, de sus campañas de concienciación y, sobre todo, de la represión. Pero cuando los movimientos en carretera suben, y con ellos los accidentes, pues eso, es que ha habido más desplazamientos y los conductores somos unos cafres. La culpa, claro, del conductor. “Si te matas, es por tu culpa; si sobrevives, soy yo quien te salva”, viene a ser el mensaje.



Pues bien; la DGT conocía perfectamente que esta Semana Santa se produciría un importante aumento de los desplazamientos, que cifran en un millón; decir, un 8% más, pero si hubieran publicado hoy el porcentaje de incremento habría quedado en evidencia que es un aumento más de cuatro veces inferior al de los fallecidos (del 35%). Han preferido poner cara de sorpresa y asegurar que sus previsiones se han visto superadas por factor que no controlan y, claro, contra los elementos es imposible luchar. Lo único que ha hecho la DGT ante lo que se le venía encima en Semana Santa es lo de casi siempre: tratar de asustar al conductor, esta vez con los helicópteros Pegasus.



No es creíble desde ningún punto de vista que la DGT, que el año pasado contabilizó los desplazamientos por carretera en Semana Santa en unos exactos 12.719.396 (ni uno más ni uno menos); que conoce la evolución del consumo de combustibles de automoción (creciente desde más o menos mediados del año pasado), pueda dárselas de sorprendida. Además, es que el aumento de los desplazamientos, como confirman fuentes del Ministerio de Fomento viene de más lejos. Así que en la DGT, ante la Semana Santa, cruzaron los dedos y esperaron que la realidad no les estropease su ya tradicional y triunfalista titular de descenso de fallecidos.



¿Sirve para algo la DGT?


Muchos cuestionarán la relevancia del argumento; que es normal que, a más desplazamientos, más accidentes. El fondo del asunto es otro. Se trata de que si las variaciones de la siniestralidad dependen en tan gran medida del número de vehículos que circulan por nuestras carreteras, la DGT nada puede hacer por reducir las cifras de víctimas, y punto pelota.



Y, de hecho, nada hace por ello. Simplemente, no depende de la DGT, al menos tal y como está concebida: como un organismo de cara amable que, con la excusa de la seguridad vial y explotando el mantra de “la velocidad mata”, siembra las carreteras de radares para esquilmar los bolsillos de los conductores con multas que se imponen, tramitan y cobran automáticamente. Todo sea por “salvar vidas”, como les gusta decir.



Nada hace la DGT, tampoco, por la educación vial; (de hecho, hace tres años, la partida para subvencionar a las víctimas de accidentes de tráfico se detrajo de inversiones ya aprobadas para acciones escolares); ni por la correcta formación de los conductores, no sólo en el conocimiento de las normas, sino en la imprescindible pericia en la conducción; ni por espolear a quien sea necesario, dentro del Consejo de Ministros, para que las carreteras dejen de estar hechas una mierda. Ni por nada de nada. Todo es culpa del conductor. Aquí, en esto, todo se fía a la represión… y a que la gente haga el puñetero favor de no sacar el coche a la carretera, no sea que suban los desplazamientos. Lo demás, puro humo. ¿Y la movilidad, por la que se supone que debe velar la DGT?



Una “ONG vial”



La cuestión adquiere tintes que serían dignos de Faemino y Cansado si no hubiera sobre la mesa más de mil muertos cada año. Ahora, los responsables de la DGT, que parecen haber acabado por creerse su propia mentira, pretenden que el organismo comparezca ante la sociedad como una “ONG vial”. Así, como suena. Y con 6,3 millones de euros de por medio como dotación presupuestaria.



No me invento nada. El pliego de condiciones para la campaña de publicidad de la DGT que ahora está en vigor (licitada el año pasado) establece literalmente que el organismo dirigido por María Seguí quiere asimilarse “a una organización no gubernamental de la seguridad vial”. En esto se gastan el dinero de las multas. En parecer una ONG. En que pongamos nuestra parte, “Pon tu parte”, como reza el eslogan lanzado para la Semana Santa. De este modo, ya sí que sí, todo depende de los conductores y nada de la DGT. Nada, salvo seguir sacándonos el dinero de los bolsillos y reírse en nuestras caras.




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